ESPERAR…

Esperar

Cómo de difícil es esperar para la naturaleza humana.

 Sobre todo en este mucho de la inmediatez, donde los “prime” y los “Premium” te garantizan ponerte por delante de muchos para reducir la espera y, donde las tecnologías de la información facilitan los mensajes instantáneos y obligan a la rápida respuesta, priorizando la urgencia en detrimento de lo cuidado.

¿Qué es la paciencia?, le preguntaba yo un día a mi sobrino de 6 años, “quedarse quieto” me contestó él. 

Pero no podemos estarnos quietos, estamos demasiado excitados y somos muy impacientes, nos hemos hecho muy amigos del movimiento constante, del trabajo duro, de la rapidez y la inmediatez, y lo llamamos «eficacia».

Lo lento ya no tiene cabida, nos altera, pero a favor de lo lento abogan las enseñanzas y tradiciones. Pablo D´Ors reclama el “ejercicio lento de lo cotidiano -aprender a vivir más lentamente-“ como el camino hacia la plenitud y la consciencia. D’Ors invita a abrazar la lentitud como un modo de vida y señala: “Vivimos y actuamos rápidamente, con nuestra atención puesta en lo que viene después. De esta manera, la vida se convierte en una carrera de obstáculos”.

Y es que vivir esclavos de nuestra imagen, nuestros nombres, reputación, ambiciones, credibilidad y habilidades nos arrastra al sacrificio de nuestra esencia y nos empuja a perdernos en el «hacer más», «querer más», «controlar más»… abocándonos, indefectiblemente, a la perdición.

Pararse, estar quieto, respirar, ser consciente de los pensamientos, las sensaciones y las emociones…

Me quedaré quieto un momento y entonces iré a casa, dice un Curso de Milagros.

Los Yogas Sutras lo dicen de otra forma; cuando la mente se calma uno descansa en su esencia.  

Estar quietos es estar bien exactamente con «lo que es», es vivir el momento, y el momento es parte de quienes somos, y cuanto más rápido vamos más difícil se va volviendo el día a día, pero mientras más quietos estamos, más fácil es vivir.

Dice Anthony De Mello que el Espíritu sólo le es dado a quienes esperan … a quienes invierten horas y horas en lo que, para nuestras mentes obsesionadas por la  productividad y el rendimiento, parece una simple pérdida de tiempo.

Perdamos pues el tiempo, amigos.

Hasta la próxima,
Lourdes Vidal