Exito y Bhagavad Gita
Hace tiempo que aprendí que la vida no va bien por el mero hecho de que se cumplan todas mis expectativas, o mal porque no se cumplan, también aprendí que el éxito no viene determinado porque consiga lo que quiero.
Porque en realidad, qué se yo?, que vivo de mis memorias, desde las que sólo puedo proyectar pequeñas iniciativas, proyectos mediocres y satisfacciones pasajeras derivadas de un ego o cuerpo emocional que se alimenta de mi limitada experiencia.
No sé si aprendí esto en los libros o en mi propia experiencia de vida, aunque supongo que es una mezcla de ambas cosas. Bien es cierto que sólo he alcanzado cierta presencia, en algunos momentos de mi vida en los que he sido capaz de expandir lo suficiente la mente para ver con más claridad y elevarme por encima de mis estúpidas miserias.
Debo reconocer que mis momentos diarios de presencia no son muchos, se limitan al “post- meter la pata” o al “post-secuestro” de mi persona por uno de mis odiosos patrones metales, aunque también hay algún que otro momento en el que, porque sí, me permito la plenitud del instante presente anhelando experimentar a Dios.
Últimamente mi objetivo es plasmar una de las enseñanzas claves del Bhagavad Gita en mi vida. Como estudiante y amante de la filosofía del Yoga, debo decir que, personalmente, soy más de los textos Occidentales que de los Orientales, más que nada porque los entiendo mejor. Así que me sumerjo en sabios como Marco Aurelio o me deleito escuchando o leyendo a los maestros contemporáneos que voy descubriendo en mis lecturas o búsquedas virtuales.
De los libros sagrados del Yoga que suelo estudiar y repasar una y otra vez, ya que debo enseñarlos en mis Formaciones de Profesores de Yoga, donde intento enseñar a mis alumnos a leerlos y que ellos saquen sus propias conclusiones, ç tengo mis preferencias. Mi favorito es el Bhagavad Gita, de hecho, de entre ellos, es el único que uso de guía en mi vida, sobre todo en momentos de crisis. La verdad es que no veo posible aplicarlos todos a la vez, porque aunque todos hablan de Yoga, cada uno se refiere a una época y viene afectado por sus influencias y por sus autores, a lo que hay que sumar a sus traductores.
El Yoga Clásico de Los Yogas Sutras de Patanjali, por ejemplo, obvia al mundo en su camino a una consciencia superior, por lo que se me hace difícil aplicarlo en mi vida, además creo que es un texto complejo.
El Yoga Tradicional del Hatha Yoga Pradipika incorpora al cuerpo en sus prácticas, pero hay que tener en cuenta que aquellos Yoguis disponían de las 24 horas del día para su práctica espiritual, algo que para mí no es posible imitar, como tampoco me es posible imitar algunas de las prácticas en allí descritas.
El Bhagavad Gita sin embargo, incorpora al mundo como elemento clave para “despertar”, lo que lo hace mucho más asequible y fácil de seguir, sin perjuicio de que me parecen unas enseñanzas preciosas.
Lo que más me gusta del Gita es que se desarrolla en un momento de conflicto, al comienzo de una batalla donde hay que tomar una decisión, básicamente como la vida misma que es una batalla continua donde debemos tomar decisiones constantemente y, a veces, esas decisiones resultan ser igual de buenas las dos o igual de malas las dos. En esos momentos, sumergirme en la lectura del Gita es de gran utilidad para recordar su enseñanza principal que se resume en elevar tu nivel de consciencia todo lo que puedas en momentos de crisis, o lo que es lo mismo que aumentes tu intensidad de presencia para ampliar tu perspectiva porque eso te va a hacer ver con más claridad, ver más allá de lo que hay en tu cabeza.
En mis clases de filosofía, me gusta compararlo con la Biblia cuando Moisés les dice a los esclavos atrapados entre el Mar Rojo y los egipcios que les persiguen: “No tengáis miedo, permaneced calmados y observad”, o dicho de otro modo: Silenciad la mente, donde está el miedo que te impide ver, y observad lo que teneis delante con una perspectiva mayor.
O con el libro de filosofía china Tao Te Ching, ese “manual de instrucciones de vida” dice, que Dios te habla en todas las experiencias de tu vida, pero tienes que estar atento para escuchar, que es lo mismo que decir, que para escuchar a Dios hay que estar presente.
Así que, retomando la idea inicial de este post, creo que realmente la vida me va bien y tengo éxito cuando consigo vivirla con «presencia» porque sea cual sea la situación en la que esté, tengo la certeza de que soy más grande que ella porque estoy siendo lo Máximo que puedo ser.
Hasta la próxima,
Lourdes Vidal