EXPERIMENTAR A DIOS

EXPERIMENTAR A DIOS

En su libro “Dejar a Dios Ser Dios”, el jesuita Carlos G. Vallés compara la religiosidad hindú con la cristiana, concluyendo que “El politeísmo aparente de la India encierra un monoteísmo radical que la crítica amiga no puede menos que descubrir al acercarse con interés de aprender, en vez de hacerlo con la inseguridad que lleva a destruir.”

Vallés compara el principio de no adorar imágenes de los cristianos judíos derivado del segundo mandamiento de las tablas de Moisés, con la riqueza de imágenes representativas de las cualidades de Dios, en la religiosidad hindú, y concluye que “esta multiplicidad de imágenes no es más que otra manera (aparentemente opuesta, pedro idéntica en realidad) de decir lo mismo, que la prohibición de imágenes había querido decir en otra tierra y en otras escrituras: que a Dios no hay imagen que le haga justicia y que por consiguiente, o no se hace ninguna o se hacen miles, para que su misma multiplicidad declare la imposibilidad de describirlo, y la trascendencia de Dios quede salvaguardada por la infinidad de los colores.”

Cuando comparas las diferentes religiones y filosofías de vida, la inexorable conclusión a la que llegas es que hay similitud en todas las enseñanzas, y claves en las que todas coinciden, explicadas de diferentes formas pero con igual esencia, y una de esas claves es que el ser humano goza de un Poder Superior que requiere ser experimentado individual y personalmente.

Se trata de un solo poder, no dos, ni tres, ni millones de ellos, solo uno, un único poder. Ese poder se ha representado en millones de imágenes o en ninguna, y recibe tantos nombres como individuos existen en el mundo: Divinidad, Conciencia, Pura Conciencia, Intuición, Presencia, Centro, Sabiduría Superior, Espíritu, Inteligencia Superior, Fuerza de la Vida, Fuerza del Universo, Campo Cuántico, Alma, Esencia Divina, Tao, Ser Superior, Dios…

Muchos nombres para llamar a la misma esencia que se eleva por encima de los límites que nuestra estrecha experiencia nos impone. Una Mente Superior, que algunos llaman Alma y de la que decía Ernest Holmes, “..que es un sitio que sabe, y que sabe que sabe”.

Dicen de ese lugar que es Absoluto Conocimiento, y que ahí están todas las respuestas, y que solo hay que estar abierto a escuchar su voz suave y sutil, su sabiduría más allá de todos los conceptos mentales.

En hebreo a Dios se le llama también RUAG, que quiere decir viento, aliento divino, espíritu, y la palabra espíritu viene de inspirar, y el hombre inspirado expresa un conocimiento superior al que llamamos ordinario.

En mi experiencia personal, aprendí a creer en Dios como un concepto externo, que estaba arriba en los cielos. Aprendí a rezar pidiendo que se me resolvieran las carencias que mi limitada mente percibía en mi vida. Me pasé años intentando creer que amaba a Dios, y esforzándome por sentir ese amor.

El problema yacía en que no se puede creer en Dios, porque a Dios hay que experimentarlo. Como no se puede creer en el enamoramiento cuando eres niño, porque hay que esperar a crecer y experimentarlo para conocerlo.

Los Upanishads enseñan que a Dios solo puede llegar a conocerse mediante la unión con Él, y que esa unión no es posible aprenderla, ni conceptuarla, hay que experimentarla, y esa experiencia solo es posible en un estado de consciencia gozosa más allá de la consciencia ordinaria.

Me gusta repetir la frase de Carl Jung que dice: “No creo en Dios, conozco a Dios”.

En todas las enseñanzas, encuentras que sólo aquellos que han experimentado ese poder y, en consecuencia saben quién son, han dejado de tener miedo, preocupación, y ya no viven en los límites de su mente…Pero para eso hay que aquietar la mente.

Marianne Williamson dice que el proceso de espiritualización es un aquietamiento de la mente, Y Enest Holmes decía que si vas lo suficientemente profundo dentro de ti, te darás de bruces con Dios.

Nos pasamos la vida buscando a dios fuera, enganchados a un concepto aprendido, depositando la fe en lo externo, en la nada. Pero hay que tomar la decisión de estar en silencio, para ir hacia dentro con la consciencia de que hay un “Centro” dentro de ti, donde reside un poder inmenso, y ese poder, eres tú.

Y acabo con un verso del Mundaka Upanishad: “Quien a Dios conoce, se vuelve Dios”.

Hasta la próxima,

Lourdes Vidal

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