¿Y esto de las Asanas para qué sirve?

Después de tantos años practicando Yoga, me ocurre que entro en épocas de confusión y duda y, justo cuando estoy en mi esterilla practicando, en que la soledad me permite el privilegio de percibirme y puedo ser Yo, suelo preguntarme:

¿Y esto de las Asanas (posturas) para qué sirve?

¿Para qué hago saludos al sol, equilibrios sobre una pierna, sobre las manos, para qué estiro, si yo lo que busco es experimentar a Dios?

Porque son evidentes los efectos físicos que sobre mi cuerpo tiene el Yoga: me tonifica y me flexibiliza. Pero también lo hacen mis sesiones de gimnasio. ¿Entonces…? ¿Para qué hago Asanas?

A veces incluso me llego a sentir ridícula intentando conseguir la alineación correcta para que el pie esté justo en la dirección de la rodilla, que todo el peso de mi cuerpo se distribuya correctamente en mis pies o que el brazo no sobrepase cierto eje para no lesionar mis tendones…y es entonces cuando vuelvo a preguntarme, ¿qué tiene esto que ver con mi búsqueda de  Dios?  ¿Pero qué es lo que realmente busco yo?.

Los libros sagrados del Yoga, que datan de la época que va de los siglos 800 a. de C. -en que surgen los Upanishads- (según algunos estudiosos, el Yoga se origina en los Vedas, aunque hay otra parte de ellos que concluye que el origen del Yoga está en los Upanishads) hasta el siglo XV d. de C., tienen un mensaje claro: elevar el nivel de consciencia o, dicho de una forma más fácil, “calmar la mente”.

Los Yoga Sutras de Patanjali, el compendio del Yoga más conocido en Occidente (pero no el único), y que data aproximadamente del siglo 2 d. de C., enseñan que el Yoga consiste en eliminar los pensamientos de la mente (¨Calmar la mente¨), y que es entonces cuando “El perceptor descansa en su verdadera naturaleza”, es decir, cuando calmas la mente, puedes salir de ella y percibir quién eres Tú realmente.

El mensaje del Bhagavad Gita, texto que data de una fecha entre el siglo 4 a. de C. al siglo 4 d. de C., es el mismo, aunque esta vez la enseñanza se posiciona en un contexto de crisis personal; momentos en los que conviene, según el Gita, elevar el nivel de consciencia (calmar la mente) para poder tener mejor perspectiva.

Los textos denominados Hatha Yoga Pradipika y Gheranda Samhita, de los siglos XIV o XV y siglo XVII d. de C., respectivamente, establecen una serie de prácticas, Asanas entre ellas, que persiguen un solo objetivo: mover la energía vital, la Prana, en el cuerpo y calmar la mente.

De hecho, todas las posturas que se establecen en el Hatha Yoga Pradipika y en el Gheranda Samhita van dirigidas a abrir las caderas y la espalda para respirar mejor. ¿Y para qué? Pues básicamente porque la mente y la respiración están conectadas. El texto del Hatha Yoga Pradipika enseña que la señora de la mente es la respiración, y que cuando la respiración es libre en el cuerpo, la mente se calma.

Para que la respiración sea libre, el cuerpo debe permitirle pasar, de tal forma que al respirar sientas cómo el aire traspasa fácilmente tu cuerpo y fluye a través de las caderas.  Si eso no ocurre, es porque existen tensiones emocionales, porque hay una mala alineación  o simplemente porque la gravedad está creando ta postura cuando practicamos Yoga físico o cuando nos movemos en las actividades físicas de nuestra vida. En tales casos, nuestra respiración no será libre y nuestra mente estará en un constante estado de ansiedad y distensión.

Pero cuando estamos alineados, cuando dejamos que las emociones nos traspasen sin miedo y abriéndonos a la vida, cuando activamos los músculos adecuadamente creando nuestras posturas de Yoga, la respiración se libera y, cuando la respiración es libre, la mente se calma y esa, es la experiencia del Yoga. Sólo cuando la mente está calmada, podemos experimentar esa quietud interna, que es en realidad nuestra conciencia, y nosotros somos esa conciencia disfrazados de persona.

Y es al percibir esa quietud interna (que soy Yo mismo) en mi práctica de Asanas, cuando puedo responderme: “Ah!!, ya recuerdo para qué practico las Asanas, para calmar mi mente y darme cuenta de que Yo no soy la voz que hay en mi cabeza, Yo (como diría Michael Singer) soy quien la escucha. Yo, soy esa conciencia inalterable y serena que observa desde la calma, y sólo cuando silencio mi mente, puedo darme cuenta de ello».

Y como occidental que soy, mi mente está demasiado dispersa y desentrenada y en consecuencia, me es difícil controlarla. Por eso hago Asanas, no sólo porque mantienen mi cuerpo fuerte y flexible, sino también y sobre todo, porque hacen todo lo necesario para calmar mi mente: cansan mi cuerpo, lo alinean y lo abren para liberar la respiración y, en consecuencia, me encaminan hacia mi Ser cada mañana.

Hasta la próxima,

 

Lourdes Vidal

Profesora de Yoga. Formadora de Profesores de Yoga

Fundadora de Oyoga

www.oyoga.eu