Yoga Sevilla

Mi mente no soy YO

By Oyoga
In julio 24, 2014
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Nos identificamos constantemente con nuestra mente y, en consecuencia, con los pensamientos que pasan por ella y con las emociones que éstos crean. Creemos que los pensamientos somos nosotros y vamos danzando según su música, pero no es así, nosotros somos mucho más que nuestra loca mente.

Tenemos que intentar considerar la mente como la actividad del cerebro,… y no como nuestro propio YO, de hecho, si podemos observar los pensamientos de nuestra mente y las sensaciones que éstos crean, es porque no somos nuestra mente.  Hay que repetirse constantemente: la mente no soy YO, es sólo un instrumento más, que puedo utilizar inteligentemente o que puede arrastrarme en su caótico funcionar y hacerme muy infeliz.

La mente siempre está juzgando: esto es bueno, esto es malo, esto me gusta, esto me duele… y nosotros siempre estamos identificándonos con sus juicios y nos dejamos llevar por su torbellino de pensamientos, sintiéndonos bien, mal, feliz o triste, exaltado o calmado, según el cariz del pensamiento de turno.

Afortunadamente, podemos cambiar esa locura interna cambiando nuestra actitud ante los acontecimientos externos y los pensamientos que éstos nos producen,  ¿cómo?, estando alerta, entrenando nuestra mente y aprendiendo a controlarla para evitar ser controlados por ella.

Hay que estar alerta, tomar conciencia del momento. Estar atentos a nuestra presencia aquí y ahora, observar nuestra mente y observar los pensamientos que pasan por ella, pero sin reaccionar ante ellos, sin intentar reprimirlos, sin cooperar con ellos, dejándolos pasar, dejándolos desaparecer. Y a partir de estar atentos, podemos elegir mantener una actitud ecuánime ante todos los pensamientos de deseo o aversión que vayan surgiendo, de esta forma, se va controlando la mente, encontrando equilibrio y calma mental. Pero hay que intentarlo una y otra vez, con paciencia, porque es la única forma de  cambiar el modelo de conducta de nuestra mente.

Estar alerta es lo opuesto a una mente dispersa. Parar y respirar puede ayudarnos a hacerlo. La respiración es un instrumento muy útil para centrarnos, para conseguir estar aquí y ahora, observar nuestras emociones y comprobar qué pensamientos tengo en la mente y qué sensaciones nos están causando esos pensamientos y, entonces, distanciarnos de ellos, sonreír y dejarlos pasar, tranquilamente, en calma, sin identificarnos.

Y cuando nos encontremos en ese momento de calma mental, podremos decidir qué elegir hacer ante un acontecimiento externo que nos provoca un pensamiento determinado. Por ejemplo, si el pensamiento es de ira o estrés, parémonos cuando sintamos en nuestro cuerpo las sensaciones de calor, aumento del ritmo cardiaco…,y observemos entonces nuestros pensamientos, démonos cuenta que son ellos los que provocan esas sensaciones, y empecemos a dejar de cooperar con ellos. Observémoslos y dejémoslos que vayan desapareciendo mientras los observamos, sin intervenir, sin crear nuevos pensamientos similares que refuercen e incrementen las sensaciones que hayamos detectado en nuestro cuerpo. Respiremos. Sintámonos presentes y démonos la oportunidad de elegir: elegir alterar nuestra valiosa calma mental y elevar nuestra tensión arterial, ritmo cardiaco, azúcar, etc, o elegir permanecer en calma, observando la situación, en beneficio de nuestra paz mental y nuestra salud y acometiendo las acciones que tengamos que acometer, pero desde la serenidad y la ecuanimidad.

Es tan fácil y tan difícil como eso. Solo tenemos que ser capaces de pararnos, respirar, tomar conciencia del momento, observar y, entonces, elegir. De otro modo, nuestra vida se verá arrastrada por nuestra mente, reaccionando ante todos los estímulos externos, sin control, y con enorme desgaste personal.

  Matthieu Ricard[i] lo explica en su libro En Defensa de la Felicidad :

La mayor parte de las veces, no son los acontecimientos exteriores, sino nuestra propia mente y sus emociones negativas las que nos incapacitan para preservar la paz interior y hacen que nos hundamos.  Así pues, la mente merece que le dediquemos esfuerzos. Durante mucho tiempo le hemos dado rienda suelta y la hemos dejado vagar por donde se le antojaba. ¿Y adónde nos ha conducido eso? ¿En que sombría orilla nos han hecho embarrancar las pasiones? . Casi siempre nos damos cuenta de que un impulso o una acción va en contra de nuestro bienestar en el mismo momento de realizar el acto, pero, aun así, “es más fuerte que nosotros”.

Hasta la próxima,

Lourdes Vidal

[i] En Defensa de la Felicidad. Matthieu Ricard. URANO, 2009 p. 222.

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