Un toque de hadas
En la vida hay momentos mágicos en que parece que las hadas nos regalan “un toque”que nos enciende el alma y nos enardece de plenitud y gozo, para hacernos tocar lo inverosímil y brillar resplandecientes, desafiando al tiempo y a la urgencia. Son los momentos en los que el universo nos empuja a apreciar la belleza del instante.
De pequeña me encantaban los cuentos de hadas. Mi padre los traía junto con sus periódicos por las mañanas, y yo los devoraba como a mi desayuno de picatostes, en la terraza del apartamento que alquilábamos en verano en las playas de Isla Cristina. Y yo soñaba una vida de hadas, con vestidos irisados rosas o azules, el cabello largo y la figura iluminada.
Pero pasó el tiempo y crecí y descubrí que la vida no era ese cuento de hadas, donde se padece de belleza y se vive de prestado en la habitación del éxito siendo el dueño de tu vida y abrazando lo anhelado. Descubrí en su lugar, que las expectativas casi nunca se cumplen y que los planes, como dice Borjes, “…tienen una forma de caerse a la mitad”, porque es la vida quien sugiere el argumento y nuestra intervención tiende a ser limitada.
Pero también descubrí, que a pesar de todo las hadas existen, y que son impredecibles y que cuando menos lo espero y por sorpresa me dan un “toque de hadas” para detener el universo y regalarme la eternidad en unos segundos y entonces, la atención se me despierta y el corazón se me enciende como a quien vive un milagro, porque estoy tocando el cielo aunque solo dure un instante.
Ese es el “toque de hadas”, efímero pero eterno, extraordinario y presente, donde lo imprescindible no existe y solo reina la belleza. Y me ocurre sin avisar, en medio de lo cotidiano, cuando lo anhelado no llega a pesar de mi empeño en esperarlo. Y de pronto llegan las hadas y me regalan “un toque de hadas” que me voltea el alma y me recoge la emoción en un instante, ¿y cómo explicarlo?: ese beso de ternura inesperada, una brisa de azahar que me enlentece, la visión de un horizonte oceánico en una tarde anaranjada, ese guiño cómplice y cercano de un amigo, el milagro de estar en un océano turquesa, la sonrisa entrañable de aquel niño ajeno, un abrazo enamorado por la espalda, el silencio azul intenso de las profundidades del océano de Roatan o ese roce de unas manos mil veces deseadas.
En esos momentos y en otros más, la vida se me detuvo de repente por la ventura impredecible de un “toque de hadas”, y sentí que la consciencia se me acumulaba en ese instante y mi presencia se aparecía contundente, sin pasado ni futuro, sin deseo ni aversión, solo el maravilloso momento presente mostrándose con toda su intensidad y belleza para mi entero disfrute.
Y yo pienso que son las hadas de mis cuentos, que me ofrecen sus varitas plateadas, disolviendo los temblores del pasado y regalándome fortunas no esperadas, invitándome a decirle mil veces “sí”! a la vida. Y se me antoja preguntarme, si no será esa la verdadera naturaleza de mi Ser, que se me muestra a destellos para llamarme a su encuentro: belleza, existencia plena, conciencia absoluta y gozo.
Y es entonces cuando mi alma me susurra que la clave no es la vida, porque ni se posee ni se controla, la clave es cómo vivir, y que si la belleza, la conciencia y el gozo son mi verdadera naturaleza, conviene desnudarse de lo superfluo porque no me pertenece, e ir soltando la identidad que conforma mi ego, con sus miedos, deseos y aversiones, deshacerse de los planes y dejar de frecuentar el pasado, para así resplandecer en esa naturaleza y fluir continuamente en la magia de un “toque de hadas”, que me haga ver el mundo diferente a solaz de vivir INSPIRADA, porque la belleza que se me muestra en mis toques de hadas es mi verdadera naturaleza, que me enseña cómo vivir.
Y si en la urgencia, la rutina o la oscuridad lo olvido, llevo en mi alma la certeza de que las hadas me volverán a regalar un impredecible “toque de hadas” para recordarme que conciencia, gozo y belleza son mi verdadera naturaleza y que ésta, sí me pertenece.
Hasta la próxima,
Lourdes Vidal