Agar…sal de tu sitio de pánico

Que nada perdura es algo que todos sabemos pero con lo que no contamos en nuestro día a día, que puedes perderlo todo es algo que entendemos para los otros, pero que no esperamos que nos pase a nosotros.

Pero a mí me pasó, y fue en el breve transcurso de 4 años. En ese tiempo perdí a mis padres, que lo eran todo para mí, se fue el que creía el hombre de mi vida y me cesaron del cargo profesional con el que llevaba años definiéndome.

Dice Moratiel que lo mejor que le puede pasar a un “poderoso” es que pierda su poder. Lo cierto es que yo, por aquel entonces, me sentía verdaderamente poderosa, unos pilares que me daban la seguridad de un hogar al que acudía cuando quería, unos brazos en los que apoyarme que me abrazaban día y noche y “me completaban”, y  un rango profesional que me otorgaba prestigio y poder en mi profesiónn.

Y todo se esfumó ante mis ojos sin que yo pudiera hacer absolutamente nada. Recuerdo que fue como si se cayera un pilar tras otro ante mi impotencia, mi dolor abrumador, la desesperación y el miedo.

En la Biblia encontré la historia de Agar, la esclava abandonada en el desierto con su hijo. Así estaba yo, “abandonada”, en aquellos momentos en los que la Vida parecía llevarme a la “ruina”.

El miedo nos paraliza en estas situaciones y pareciera que no moviéndonos mejoran las posibilidades de recuperar lo que nos ha sido quitado.

El problema es que se corre el peligro de agarrarnos a la pena durante demasiado tiempo, a veces décadas, dejando pasar la oportunidad de movernos hacia adelante aprovechando el “empuje” de la vida.

Pero aprovechar el “empuje de la vida” requiere confiar en ella y hacer un ejercicio de “rendición”, y pocas veces confiamos en la vida, más bien pensamos que hay que controlarla para adaptarla a nuestro planes, olvidando que poco podemos hacer al respecto y que carecemos del conocimiento necesario para determinar qué situaciones son buenas o malas para nosotros.

En lo que yo pensé que era el límite de mi caos, el dolor me llevó a la rendición, igual que a Agar que cayó rendida al dolor al quedar sin provisiones y sentirse, junto a su hijo, sin salida alguna salvo la muerte.

Lo bueno del dolor es que te pone de rodillas y, estar de rodillas, decía Corrie Te Boom, es una situación de poder, porque te lleva hacia dentro, directo a contactar con  tu naturaleza espiritual, que es esa fuerza que “sabe” y te  “guía”, cuando escuchamos. Y yo escuché, y la voz me dijo algo como: «permanece tranquila y muévete hacia adelante…»

Y entonces cogí mis ruinas, mi dolor y mi desesperanza… y empecé a caminar hacia adelante…

Hasta la próxima, Lourdes Vidal