Aceptar

Haré un intento por conciliar las enseñanzas de Eckhart Tolle y Tara Brach: aceptar es una condición de presencia tal que me permite ser el observador del instante presente, donde surgen en mi pensamientos, sensaciones y emociones. Esa condición de presencia me provee del espacio necesario para observarlos y optar por no tener conflictos ni involucrarme con ellos.

Pongo un ejemplo habitual, imaginemos que me abandona mi pareja por otra persona y empiezo a sentir miedo, dolor y celos.

En este caso concreto, yo trabajaría así «la aceptación»:

Primero: accedería al instante presente usando alguna técnica como tomar refugio en mi respiración o sentir mi cuerpo por dentro.

Segundo: Una vez en mi centro, intentaría ser consciente del espacio que existe entre los “elementos externos” (llamémoslos así), que experimento: los pensamientos, las emociones y las sensaciones, y Yo misma, que soy la que experimenta.

Tercero: empiezo a ser consciente también de mí misma (es decir de mi conciencia) como la que es consciente (o experimenta) esos “elementos externos”: pensamientos y emociones, sensaciones.

Los pensamientos, emociones, sensaciones ocurren en mi (en mi conciencia). Es como si yo fuera una «pantalla de cine» y ellos las escenas que se suceden en la pantalla.  Así que, si soy la pantalla de cine, y estos “elementos” son externos, no me afectan, como tampoco las escenas afectan a la pantalla.

Cuarto: Entonces, siendo consciente de que Yo (mi conciencia), soy la “pantalla”, comienzo a observar, como si fueran escenas que se suceden en mi, los pensamientos de miedo, dolor, celos, … que va segregando mi mente y observo también cómo ésta, va creando historias futuras sobre mí, sobre mi ex-pareja, sobre lo qué pensará la gente, sobre cómo va a ser mi vida ahora, sobre encontraré a alguien más o me quedaré sola/o, sobre cómo será él o ella, sobre el poco valor personal que tengo, sobre mi falta de atractivo, sobre todo lo que he hecho por él/ella, sobre mi situación de víctima …

Observo también el efecto que esos pensamientos en mi cuerpo, a través de la química corporal que generan creando sensaciones y emociones: mi boca está seca, mil corazón late fuerte y rápido, mis mandíbulas están tensas, siento calor, vergüenza, no veo nada ni escucho nada diferente a lo que mi mente me está diciendo, no quiero que me hablen, respiro rápido, siento opresión en mi cuerpo, siento cómo el dolor me quema por dentro, me urge hacer algo…

Quinto: Mientras observo, desde mi posición de ser consciente de que soy la «pantalla» donde se suceden estas experiencias externas, intento ir más allá, y ser también consciente de la SUTIL CALMA que hay en «la pantalla» donde van surgiendo las experiencias. Es una CALMA que reside en quien es consciente de todas esas experiencias. Y soy yo, el que es consciente de todas esas experiencias, o sea, YO SOY LA CALMA.

Es un trasfondo de profundo silencio que no se altera, que no tiene conflictos con los pensamientos, con las emociones, y que puede permitirlo todo, que no analiza ni juzga, sólo observa y permite con indiferencia, consciente de su inmensa calma.

En este estado de presencia, soy consciente del dolor, que es una forma de  energía más que atraviesa mi cuerpo, y parece que quema. Hay dolor, pero no hay sufrimiento, porque no estoy colaborando con la mente y no estoy coloreando los pensamientos y las emociones, que surgen, con historias pasadas. Sólo dejo que todo ocurra, que suceda lo que tenga que suceder, dejo que la vida fluya a través de mí y le dejo espacio para que haga lo que tenga que hacer, y yo lo permito todo, lo observo todo, y no tengo conflictos, dejo que la vida sea.

Y es que…qué sabré yo de para qué la vida me está haciendo más grande, y qué sabre yo sobre los planes que me tiene preparados…

Hasta la próxima,

Lourdes Vidal