A DIOS HAY QUE PEDIRLE A LO GRANDE

«La Vida te reta porque lo que te pone por delante es lo mejor para ti, porque tus expectativas te están llevando por caminos inútiles o demasiado limitados y porque los planes de la vida son más grandes que tus insignificantes expectativas».

Me lo redacté para mí un día, y lo anoto en muchos sitios a modo de “nota recordatoria” porque me alienta a moverme hacia adelante cuando me resisto a los argumentos de la Vida. Y hay muchos argumentos de ella con los que no estoy de acuerdo cada día y con los que inconscientemente me enfrento, hasta que recuerdo que, cuando se trata de la Vida, es mejor elegir el “el camino de menor resistencia».

Es una de las máximas del Yoga, se le llama rendición a lo Absoluto, a Dios, a la Vida, al Tao, a la Conciencia Universal…tantos nombres para empequeñecer lo imposible de conceptualizar. El Maestro Eckhart le llamaba “obediencia verdadera”.  

Rendición no implica resignación, ni tampoco dejar de desear o dejar de luchar por lo que quieres,no es eso, rendición implica vivir la vida intensamente, a «full» de energía y con plenitud, permitiéndolo todo y eligiendo el camino de menor resistencia, con absoluta confianza en la vida y en su lento fluir, es un «SÍ A TODO», sin conflictos, es un total «VIVIR A TOPE».

Y es que la Vida, dice el Tao Te Ching, te va llevando infaliblemente, y sin excepción, hacia tu propia perfección.

Y vivir así resulta extrañamente «fácil», aunque haya dolor y aunque la vida no se ajuste a tus planes ni expectativas.

Lo único, que vivir así requiere conexión con lo Absoluto, Dios, la Vida, el Tao, la Conciencia, la quietud interior…le puedes dar el nombre que quieras, pero cuando estás conectado con Eso, eres grande, mucho más grande que la situación que te reta y dejas de pedirle a Dios que adapte la situación a tus expectativas, porque entiendes que tus expectativas son tan pequeñas como tu limitada experiencia pasada, y dejas de tener miedo de que Dios, o la Vida, te muestre todo el potencial que te tiene reservado, como diría Michael Singer.

También ves más, mucho más de lo que percibe tu estrecha mente a través de los ojos o el intelecto, y entiendes, y no tienes conflictos con nada, y permites que la vida ocurra y sonríes al recordar lo qué Khrisnamurti decía a sus estudiantes: «Mi secreto para vivir es que no me importa lo que pase».

Yo vuelvo una y otra vez a Rilke: “…lo que lucha contigo es tan grande…”

Conectar con esa calma que percibes cuando enlenteces tu mente, te permite entender que la vida interviene para llevarte por el camino correcto, quizás porque lo que pretendes es demasiado prematuro y no estás preparado, o quizás porque eres demasiado grande para esa experiencia y ya estás preparado para una lección mayor que te permitirá descubrir lo grande que eres.

Y es que, si lo piensas, son muchas las veces en las que nuestra experiencia espiritual deriva de acontecimientos a los que nos resistimos previamente.

Por eso hay que recordar el camino a esa «calma interior», porque sólo desde ahí puedes ser más, puedes ver más y puedes elegir amor o, lo que es lo mismo, tener el coraje de rendirte a la Vida.

Y da igual la técnica que elijas para experimentar esa calma que hay en ti: meditar, caminar, escuchar el silencio, la música, el canto de los grillos, mirar una cascada, el sonido del agua de una fuente, navegar o mirar el horizonte, o reservarte momentos en tu lugar favorito… Todas las técnicas para estar presente son válidas si te valen a ti.

Y busca personas que te presten su calma porque ellos estan conectados, propicia todos los momentos que puedas en el día para conectar con esa calma, pueden ser pocos minutos en tu despacho, o encerrándote en el baño, o haciendo deporte, o en pleno atasco en el coche, en la “aburrida” cola del supermercado…

Experiméntala todas las veces que puedas porque te descubrirá lo grande que eres y lo extráñamente fácil que puede ser la vida, y empezarás a pedirle a la Vida más y más grande, porque habrás entendido que a Dios hay que pedirle a lo grande.

Hasta la próxima,

Lourdes Vidal